Trabajo, fe e identidad

Cuando hablamos del llamado a hacer o ser algo en la vida, debemos recordar que lo importante no es el llamado sino quien hace el llamado.

Si sientes el llamado a realizar algo pero no sabes porque debes hacer lo que deseas o lo que quieres, en realidad ese llamado es algo vacío, algo hueco porque no tiene un propósito superior. Cuando alguien se pregunta ¿Que debo hacer en la vida? En realidad debería preguntarse ¿Por qué debería hacer lo que quiero hacer en la vida?

Todos los que creemos que Cristo es nuestro Señor y Salvador, debemos recordar que Él nos llama por nuestro nombre para enviarnos en una misión para establecer Su Reino en la tierra. Cuando entendemos esto, entonces nuestras vocaciones y el trabajo diario son la expresión de nuestra identidad y no la fuente de nuestra identidad.

Un cristiano debería recordar que representa a Cristo ahí donde está, en el hogar, en el trabajo, en la diversión y en todas sus relaciones. Además que Dios lo formó para trabajar y que ese trabajo ahora en la fe de Cristo se convierte en un instrumento que sirve para que Dios siga manifestando su gloria y su amor por el mundo caído, por un mundo que esta en constante conflicto y en dolor.

 

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El trabajo es la oportunidad de servir a Dios al servir a los demás en todos los campos del quehacer humano pero a causa de nuestra rebelión en contra de Dios, el trabajo se ha convertido entre otros aspectos en otra expresión más del egoísmo humano, en otra manifestación más del odio del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes. Ahora en lugar de encontrar nuestra identidad en la forma y en el propósito con los que fuimos creados, el trabajo se convierte en el origen de nuestra identidad, ahora el trabajo es en donde muchas personas buscan su sentido de valor y de tranquilidad. Esto hace que al mismo tiempo el trabajo, se vuelva una fuente continua de desanimo, descontento, sentimientos de desconexión y finalmente de decepción.

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El evangelio, es decir, la fe en la vida, muerte y resurrección de Cristo, nos lleva inevitablemente a reconocer lo negativo de establecer una identidad sobre la base de nuestras ocupaciones cotidianas y a plantearnos como debemos recuperar el sentido del trabajo de acuerdo con el plan de Dios y la forma en la que fuimos creados. Nuestra identidad en Cristo debe ser la oportunidad para ver nuestro trabajo como una expresión de esa identidad y arrepentirnos de buscar nuestra paz en las estructuras corruptas del mundo.

¿De qué formas te sientes desanimado, inconforme o desconectado de tu trabajo? ¿De qué manera, las buenas noticias del evangelio podrían ayudarte a cambiar tu actitud y tus circunstancias presentes?